Afganistán es un mosaico de culturas, lenguas, religiones y nacionalidades. Ubicado en la región de Asia central, limita al norte por Turkmenistán, Tayikistán y Uzbekistán, al este por China, al sur por Paquistán, y al oeste por Irán, Afganistán constituye un pequeño Estado en la región, poco relevante desde el punto de vista económico, sin embargo, es importante desde el punto de vista estratégico y su posición geográfica lo ha colocado en uno de los puntos neurálgicos de poder a nivel mundial.
A la vuelta de un año, en 1978, el incipiente gobierno de Daud es derrocado por Mohammad Taraki, quien durante su corto período de mandato abolió una serie de normativas legales y religiosas que generaron un gran impacto en la población afgana, entre las que se encuentran: La ley islámica (Sharia), la prohibición del culto público, la declaración del estado como aconfesional, así como también la firma de un Tratado de Paz y Colaboración Mutua con la URSS, que generó serias reservas por parte de los clérigos religiosos (Ulemas), quienes lo acusaron de ser agente de la Unión Soviética, y miembro del Partido Democrático Popular Afgano (PDPA).
De esta forma encontramos una crisis que comienza a expresarse en ciertos niveles: una guerra civil entre distintas facciones étnicas (Pachtsun, Baluches, Hazaras, Nuristanis, Tayikos, Tayikos del Pamir, Kirguizos,Turkmenos, Uzbekos) y religiosas (Shiíes, Sunnies y Salafíes), una guerra regional que tiene a Afganistán como aliviadero de disputas territoriales e ideológico-religiosas allende sus fronteras, y una confrontación entre super potencias que tiene al territorio afgano como objeto de botín de guerra.
La mayor parte de la población afgana, el 99,8%, es creyente. La religión más extendida es el Islam, con un 99,56% de personas que lo profesan. En los últimos años el porcentaje de creyentes ha crecido, ha pasado del 99,48% al 99,8%.
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